Antes de nada recordar al lector que hay que tener cuidado con el corte que le hagamos al cigarro ya que si no se conocen los puros de Don Chicho puede pecarse de cortar demasiado y tener un tiro excesivo. Todos los puros de Don Chicho tienen un tiro muy bueno y basta con cortarles lo mínimo para tener un buen caudal de humo.
La primera impresión que se lleva uno con los puros de Don Chicho es el aroma que despiden en frío, olor a establo, un olor a campo que nos recuerda lo natural que es este producto y que lo hace ideal para fumar al aire libre.
El primer sabor que nos arroja al encenderlo nos dice que es un puro suave con un buen aroma, en el que los picantes apenas no aparecen y el amargor no se manifiesta hasta bien entrado el segundo tercio y aún así es sutil y muy agradable. No agrede en absoluto el paladar.
No es que el puro cambie una barbaridad a medida que se va fumando pero sí se pone un poquito más intenso a medida que avanza aunque siempre mantiene su suavidad y su buen aroma hasta el final. Hablando de la combustión, ésta siempre es pareja y, la verdad, uno no tiene que preocuparse de reencender el puro. El quemado es muy regular.
La ceniza se la ve blanquecina y muy consistente, algo que nos habla de lo bien armado que está este puro. Y en todos, absolutamente en todos los Don Chicho que me he fumado antes de llegar a éste que nos ocupa hoy siempre encontramos esa cabeza de fresa que nos indica que el puro ha sido ligado sin defectos ni errores, con la proporción perfecta de tabaco en cada capa.
Este fantástico torpedo marida excelentemente con un café expreso que es como yo suelo tomarlos, o con alguna bebida de baja graduación alcohólica como por ejemplo un licor de café Kahlúa mexicano que para acompañar este tabaco también mexicano pienso que le va como anillo al dedo. Hagan la prueba.
En definitiva un puro sobresaliente, perfecto para quien no le guste esa fortaleza que te agrede al paladar o que te seca la boca y gusta más del tabaco aromático y suave.
Jesús Sánchez, Lyss, Suiza.
